24/3/14

Al tercer día resucitó

"Llevaba ya tiempo haciendo un ruido muy extraño", frase típica de típica novela de intriga ¿no?, pero la verdad es que fue así como empezó todo. No recuerdo ahora, exactamente, cuando fue la primera vez que dejó de sonar como cuando estaba nueva para empezar a "quejarse" en forma de golpeteos que subieron de intensidad con el paso de los días. A esto se le sumó después un cimbreo loco que a veces, y en función de la carga, podía llegar a convertirse en un traqueteo tal que la hacía alejarse varios centímetros de su posición original. Después de cada lavado quedaban restos de agua en el suelo y algo de óxido que, en un principio, achaqué al normal deterioro interno que podían estar sufriendo las paredes de la carcasa después de casi quince años de duro esfuerzo y todo el agua que podía haber rebosado de la cubeta en todo ese tiempo.
 Pasaron los días y, entre las manchas de óxido, aparecieron virutas metálicas oxidadas. Aquello no me gustó pero, como ella seguía lavando y yo no disponía de mucho tiempo, tampoco le di mayor importancia. Lo aterrador fue el día que, junto a nuevas virutas, encontré pequeñas bolitas de acero, sí, esas mismas que van dentro de los rodamientos que sostienen el eje de la cubeta de la lavadora (de carga superior Otsein, LTO 65). Ésta era la señal inequívoca de que algo no iba nada bien allí dentro y de había que ponerse manos a la obra e intervenir de urgencia. Esperé la oportunidad para empreder tamaña empresa dado que necesitaba horas, espacio y no tener nada pendiente para lavar.
Llegó el día. Empecé por la carcasa lateral, por la que se accedía al rodamiento que se acciona con la polea de motor (foto 5). Éste, a simple vista, parecía estar sano dado que no tenía rastro alguno de óxido. Ahora tocaba acceder al otro rodamiento y, sinceramente, no tenía ni idea de como llegar a él (días antes había estado buscando planos en internet pero no encontré nada de nada). Tumbé la lavadora en el suelo y la observé por abajo; imposible por ahí (foto 4). No tenía opción, tuve que desmontar toda la parte superior de la lavadora (mandos, botones, cubetas de detergente, cableado, etc) para dejar libre de "polvo y paja" la carcasa de la cubeta y los dos contrapesos de hormigón (de más de 10kg cada uno) que la acompañaban (fotos 1, 2 , 3 y 6). Luego desmonté la polea (foto 5) y el contrapeso que estaba en el mismo lado que ésta, para seguir con el contrapeso opuesto. Liberados los dos tochos, pude sacar la carcasa de plástico del armazón metálico de la lavadora y fué entonces cuando descubrí la cubierta metálica (brida) que había alojado, hasta el día de la avería, el rodamiento que ya había pasado a mejor vida (fotos 7, 9 y 10). El agua no sólo había destruido esta pieza sino que además había corroido, hasta el punto de casi cortarla, la abrazadera metálica (foto 8) que cierra herméticamente la carcasa de plástico de la cubeta.
Localizados los daños, pedí los recambios al servicio técnico oficial. Unos días después ya los tenía en mis manos y ahora venía lo mejor, dejar la máquina, al menos, como estaba. Para ello tenía que terminar de extraer los restos del rodamiento dañado, pero se resistían a salir. No me atrevía a forzarlos para evitar males mayores, así que hablé con uno de los mecánicos del servicio técnico que amablemente me explicó como con una simple llave de grifa o un tornillo de rosca izquierda podría conseguirlo sin mayor problema. Estupendo, eso era lo que necesitaba, la confianza suficiente para afrontar el último paso. Rocié la pieza en cuestión con aceite lubricante y la dejé así hasta el día siguiente, cuando pude lograr extraerla con unos simples alicates.
Limpié bien las zonas donde iban las nuevas piezas (rodamiento y abrazadera) y las coloqué. Ya puesto, y para evitar una avería igual en el futuro, fabriqué una nueva pieza para la lavadora con un bote usado de plástico y se la adapté (secreto hasta que la patente).
 Una vez sustituidas las piezas dañadas, seguí la reconstrucción con la ayuda de las "miguitas de pan" que, en forma de fotos hechas durante el desmontaje, había dejado por el camino. Conforme iba colocando piezas iba también limpiando, engrasando y repasando con minio algunas zonas oxidadas. Al cabo de unas horas todo estaba ya en su sitio, sin que sobrara ni un sólo tornillo. Finalmente la probé con un lavado rápido de toallas, una buena prueba de carga, que tras una hora de silencioso trabajo terminó con éxito.