2/8/12

¿Cómo reparar un cortabordes con un lápiz?


Llevaba ya unos días comportándose de forma extraña, ya no tenía la potencia de antes y a veces se quedaba a medias hasta que el pasado sábado, por la mañana, dejó de funcionar. Al principio pensé que a mi viejo cortabordes Black & Decker, modelo GL425, podría habérsele salido el eje del motor de su base, como en la última ocasión que lo reparé, así que, de nuevo de aventuré a operarlo. Lo abrí en canal, con ayuda del destornillador de estrella, y le eché un vistazo al motor. Estaba equivocado, se trataba de las escobillas. Estaban casi reducidas a la nada, eso provocaba la falta de suministro eléctrico al rotor del motor y el consecuente paro. Como ya era sábado por la tarde, la opción de ir a buscar unas escobillas nuevas a una ferretería de las de toda la vida o al servicio técnico estaba fuera de lugar así que me acerqué a una de esas grandes superficies dedicadas al bricolaje con la esperanza de encontrarlas allí. El viaje fue en balde. El domingo, después de una estupenda y fresquita noche, a pesar de ser pleno verano, me desperté con la intención de terminar la tarea de repaso de bordes que no pude terminar por culpa de la avería. Después de desayunar y con las neuronas ya despiertas, se me ocurrió que tal vez podría fabricar yo las escobillas a partir de un lápiz que jamás llegué a utilizar. Se trataba de uno de esos cuyo único constituyente es puro grafito, exactamente igual que en el caso de las escobillas que necesitaba. Resulta que el grafito (carbono puro) es un conductor eléctrico magnífico y, al mismo tiempo, un muy mal conductor térmico (refractario), lo que lo convierte en un material muy adecuado para ejercer de escobilla de motor.

No tenía nada que ver más que un lápiz y mucho que ganar (aunque, la verdad, no se cuanto cuestan unas escobillas para ese pequeño motor), así que cogí el calibre y medí la longitud que tenían que tener las nuevas escobillas.


Corté dos trozos del lápiz, de sección cilíndrica, y les fui dando forma con la ayuda de una lija de grano fino, hasta conseguir la sección cuadrada (suerte que ésta no era muy grande y podía esculpirse en la del lápiz con suficiente margen.


Una vez terminada la operación de tallado, coloqué las flamantes escobillas y volví a colocar el motor en su posición correcta. Cerré la carcasa y lo probé. Funcionaba perfectamente, así que pude terminar de cortar los bordes del jardín.

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